En un día donde el silencio, el duelo y la angustia aún se perciben a la distancia por todo lo que atraviesa Venezuela, escribí este poema como parte de mi reflexión sobre lo sucedido en los últimos días. Tal vez encuentres en estas palabras un eco de tus propios sentimientos, o quizá te acerquen a lo que muchos llevamos dentro. Este poema es al mismo tiempo, un desahogo y una reflexión, buscando darle voz al dolor que siente mi corazón.
con cada gemido de dolor,
con cada intento de pisotearte,
con cada año que pasa sin verte libre,
mi corazón se arruga,
se quiebra,
y se llena de tristeza.
¿Quién puede reclamar como suyo una tierra?
Aunque la contengan, la aten, o la fracturen,
se les escurrirá entre las manos,
porque su inmensidad no puede ser poseída.
Tu Creador ve cuánto te han herido.
Conoce cada injusticia que has sufrido.
Y sé que, como a mí,
le duelen las cadenas que te impusieron.
Por eso clamo: ¡Abajo cadenas! Que la libertad florezca.
Si llego a olvidarlo,
mi alma me recuerda:
la justicia del Creador siempre llega.
Ningún mal escapa a su mirada,
ninguna ofensa queda sin respuesta
ante Aquel que formó a cada uno
de los que han habitado en ti.
Donde está Su Espíritu, hay libertad.
Una libertad que nace en el corazón,
creciendo en lo invisible
hasta hacerse imposible de ignorar.
Mi oración es por quienes en ti habitan:
que encuentren refugio en la paz
que solo tu Creador puede dar.
Que sus corazones hallen descanso,
incluso en medio del caos.
Anhelo que cada vida nacida entre tus calles,
cada paso dado sobre tus tierras,
sea libre del miedo,
libre de la angustia,
libre de la ansiedad.
Que la libertad brote desde los pueblos más altos,
hasta los rincones más escondidos.
Que tras tantas lágrimas
se coseche el gozo,
el fruto de la paciencia,
de la espera,
de oraciones sembradas con fe.
oraciones que son bálsamo
para una tierra sedienta de renuevo.
Mi esperanza está en Aquel que quiso
que yo naciera en ti.
Aunque esta sea mi tierra,
mi infancia,
mi historia,
no es mi destino final.
Aunque vengan tormentas,
aunque haya maldad,
aunque el dolor y la enfermedad nos visiten,
incluso cuando celebremos la tan anhelada libertad,
mi esperanza permanecerá firme:
mi hogar eterno nunca será fracturado,
porque está en los cielos.
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